Ya hacía unos años que le teníamos ganas a Nicaragua y este 2018 decidimos no dejarlo pasar más, queríamos visitarlo antes de que el turismo siguiera creciendo y pudiera perder autenticidad. A finales de Marzo compramos los billetes y… cómo nos quedamos cuando, un par de semanas más tarde, empezó a salir en las noticias cómo se manifestaba el país contra el Gobierno, a causa de reformas en la sanidad y las pensiones, y la respuesta represora de éste. No paraba de salir en el 24h, había muertos.
Consternados por las noticias, valoramos nuestras opciones: no podíamos cambiar el destino de nuestros billetes y el seguro de cancelación excluía la causa de revueltas. Pasados unos días, parecía que la situación se había calmado, el presidente había reculado y se abría el diálogo, y la información que nos llegaba desde allí era de que no había peligro.
Siempre pendientes de las noticias, a finales de Mayo volamos a Managua, sabiendo que, con toda probabilidad, no podríamos visitar algunos lugares y con el plan B de irnos a la vecina Costa Rica, si la cosa empeoraba.
Pasamos la primera noche en un hotel cercano al aeropuerto y, de ahí, nos fuimos a Granada. Como acabábamos de llegar y queríamos evitar la ciudad de Managua, por los cortes en las carreteras, a partir de ahora “tranques”, utilizamos un transporte privado.
En la ciudad de Granada, no parecía haber problemas, (aunque la recomendación del hotel era no salir después de las 8 de la noche y los negocios tenían protegidas, con chapas y maderas, puertas y ventanas, como precaución ante posibles disturbios y saqueos), los días pasaban con tranquilidad, salvo por, la cada vez más acusada, falta de turistas.
No obstante, nuestro tercer día allí coincidió con el Día de la Madre, un festivo no laborable, que había sido elegido para una gran manifestación por todo el país. Ese día intentamos visitar el volcán Mombacho, pero no pudimos salir de la ciudad, el tranque era total, no se podía pasar. A partir de este día notamos un punto de inflexión.
Al día siguiente, contratamos un shuttle para trasladarnos a San Juan del Sur, la compañía se las había ingeniado para tener un vehículo a cada lado del tranque, así que lo que teníamos que hacer era bajarnos y pasar caminando el tranque para pasar de un coche a otro. Lo atravesamos, muros hechos con los mismos adoquines de la carretera y jóvenes con la cara tapada y armas caseras. Suena mal, quizás peor de lo que fuera. Parecía peligroso, pero no había intención de dañar a la gente, sino de provocar el caos, bloquear los accesos para presionar al Estado. Lo malo habría sido estar en el inoportuno momento en el que esa tensión del ambiente se transformara en otra cosa.
Tras evitar algún tranque más, utilizando vías alternativas, nos dejaron en San Juan del Sur, donde pasamos los siguientes cuatro días, y en los que, ajenos a lo que seguía pasando por el país, disfrutamos de una burbuja de felicidad.
Tras esos días de supuesta calma, y con la intención de continuar nuestro viaje en la Isla de Ometepe, fuimos a devolver el coche que habíamos alquilado para conocer la zona, y cuando nos disponíamos a repostar para entregarlo, la larga cola de la gasolinera ya auguraba que algo no iba bien, de repente los coches comenzaron a dar la vuelta y nos encontramos conque se había acabado la gasolina, allí y en la población más cercana.
En ese momento decidimos irnos de Nicaragua y cruzar la cercana frontera a Costa Rica. Sentíamos que el caos nos iba pisando los talones y no queríamos encontrarnos en una situación en la que no tuviéramos opción de salida.
Actualmente, Nicaragua lleva más dos meses de la que es su peor crisis desde 1980, más de 200 muertos avalan este dato. Nuestro corazón está con la gente de este bello país, al que seguro volveremos. 💙
*Todas las fotografías son nuestras